Cumanayagua: un pueblo como no hay dos
BREVE Y NECESARIA INTRODUCCION
Sobre mi amado pueblo he recopilado durante años todo lo que he tenido a mi alcance y de lo que conforma el compendio CUMANAYAGUA EN LA MEMORIA, ofrezco esta primera colaboración para los cibernautas del portal digital de tan divino terruño, donde todo puede ser posible y por el derroche de la imaginación de sus pobladores.
En este sitio entrerriano, palabra ya acuñada, viven mis amigos de la ya distante juventud y ellos, convertidos en profesionales con voces muy autorizadas, podrán apreciar con sentido crítico esta aproximación y evaluarla, porque la vida misma les otorga ese derecho. Tengo la esperanza de salir bien parado del gran riesgo de expresar cómo creo yo que ocurrieron los acontecimientos históricos. Aquí está el primer pedacito de mi incesante búsqueda. Muchas gracias…
EN BUSCA DEL TIEMPO IDO
Aunque la fundación como poblado se diga ocurrió un 3 de mayo entre 1803-1804, desde mucho antes existía la localidad o “Capitanía Pedánea”, que recibió el nombre de San Felipe de Cumanayagua, que mantuvo hasta 1878 para después llamarse Santa Cruz de Cumanayagua. Se expresa en el Acta Capitular del 7 de junio de 1732, conservada en el Archivo Histórico de Trinidad lo siguiente: “…por decreto del Gobernador y Capitán de la Isla, se excluyó el Hato de Cumanayagua del abastecimiento de carne a Trinidad para que diera abasto a la Infantería de Jagua…” Lo anterior hacía referencia a que los avituallamientos fueran enviados a quienes iniciaban la construcción de la fortaleza del castillo Nuestra Señora de los Ángeles de Jagua y que antes iban con destino a la villa de Trinidad. Más tarde adquiere de nuevo su denominación original que ahora mantiene: Cumanayagua y la categoría de municipio desde 1963.
He logrado saber grosso modo que el Padre Fray Bartolomé de las Casas tuvo en la zona enmarcada en lo que fuera primegeniamente nuestro terruño, sus encomiendas en unión de Pedro Rentería, este último esclavista e insaciable tenedor de vidas y haciendas.
También en el campo de la leyenda está lo siguiente: Se agrega que estos últimos visitaron este apartado rincón de entonces y que en Las Dos Bocas -la confluencia del Arimao con el Hanabanilla- sostuvieron un encuentro con los aborígenes, quienes traían al cacique Cumá al frente, quien a nombre de todos, obsequió a los españoles el casabe, frutas, viandas y una tojosita, ave que pienso, muy particularmente, debiera ser el símbolo de este pueblo y porque siempre regresa al nido que antes dejó, como también lo hace cualquier cumanayagüense.
Existe la alusión de que los primeros pobladores se ubicaron en el centro del entonces denominado Hato de Cumanayagua y que fueron colonizados por peninsulares y nativos, cuyo término para la demarcación aún se conserva en una vivienda de calle Cienfuegos.
Según otras referencias, cuando se lleva a cabo la fundación oficial, celebraron tal ceremonia en el centro del Hato de marras, que consistía en túmulo y cruz enorme de bronce, de lo cual sólo se conserva lo primero al fondo del inmueble ya mencionado y enfrente de la actual unidad de Correos.Es en 1930 que esta localidad aspira, por el ímpetu de sus hijos, a convertirse en municipio, pues tenía gran auge en el comercio con aporte en el orden de varios cientos de miles de pesos, un total de 27 764 habitantes, unas 1 500 casas y porque en el propio pueblo ya residían alrededor de 8 000 personas. Barajagua, el barrio más cercano, contaba en ese momento con 2 681 habitantes. Sí puedo asegurar que desde esos tiempos remotos hasta hoy los lugareños o residentes, han tenido por norma en sus vidas tres empeños esenciales: sobresalir, regresar y dejar los huesos.
Todo cumanayagüense realiza extraordinarios esfuerzos por destacarse, ser recordado; si está lejos regresa un día a la tierra natal y de darle tiempo por la visita de la parca, pide como último deseo que sus huesos descansen aquí.
Lo más probable es que mucho antes que a Camajuaní, en la hermana provincia de Villa Clara, fuera traída a Cumanayagua la adoración de la Santa Cruz y también un 3 de mayo, al parecer del año 1804.
Aquí, como allá después, se quedó como tradición y en el pueblo, por demás entrerriano, pasó a ser el Día del Cumanayagüense Ausente, esa fecha que aprovechan los que una vez se fueron, para regresar y ver de nuevo a familiares y amigos.
Muy gentilmente, el especialista del Centro Provincial de Casas de la Cultura, de Villa Clara, el licenciado *Rafael Lara González, me ofreció el resultado de su investigación, lo que enriquece el conocimiento sobre los orígenes de nuestro querido pueblo. Queda a otras personas seguir hurgando y atando esos cabos que nos llevan al pasado.
EL ORIGEN DE UN NOMBRE
El origen del nombre Cumanayagua, ya en el siglo XXI, constituye un enigma que no se podrá desentrañar. La primera alusión a su existencia también se encuentra en la famosa Acta Capitular, fechada en la villa de Trinidad. Por aquel entonces fue conocido como el Hato de San Felipe de Cumanayagua, pues en 1806, ya era un poblado.
Según estudios de Samuel Feijoo, el nombre viene de la voz aborigen siboney “Kumanayagua”, que significa “gran flor de Jagua”, para así referir la belleza de estos lugares. Esta versión fue hasta cierto punto confirmada por las investigaciones del profesor Carlos Martí, doctor en Lenguas Aborígenes, y uno de nuestros más prestigiosos intelectuales, aunque a ciencia cierta nadie ha podido decir la última palabra.
Otra versión tiene que ver con el gran cacique Cumá, quien en estas tierras luchó incansablemente contra la dominación española, y se suicidó finalmente al no poder detener el exterminio de su raza. Cuenta el historiador cumanayagüense Juan Rafael Navarro, que la conjugación de los nombres de este cacique rebelde y de su valerosa hija Anayagua, han formado el nombre de la región.
En ninguna Crónica de Indias, ni otros documentos de la época aparece el nombre de este cacique Cumá. La tercera hipótesis alude a una confusión lingüística. Cuenta el también cumanayagüense Alejandro Pereira Alves, que varios franceses llegaron aquí para colonizar y que durante el primer encuentro con los aborígenes de la zona, éstos les ofrecieron para comer un plato de casabe.
Uno de los europeos, no acostumbrado a tal comida, dijo en un español bastante difícil de entender, que el casabe estaba insípido y seco “como una yagua”. En realidad fue eso lo que quiso decir y lo que salió de su boca fue el vocablo Cumanayagua.
Antes de la fundación se lo llamaba a este municipio “Tierra de Feraz” y luego Cumanayagua. ¿Qué significa realmente el vocablo? Esto me lo he preguntado muchas veces y la respuesta -por mi parte- quizás la encontré en la reflexión que sigue:
Cumas, es el nombre de una antigua ciudad italiana y de ahí que el gentilicio para los que allí vivieron fuera “cumano” o “cumana”.
Comayagua, el de una ciudad del interior de Honduras, capital del departamento del mismo nombre junto al cauce del río Humuya, localizada a 60 kilómetros al noroeste de la capital Tegucigalpa.
Cumanacoa, es otra localidad en el estado de Sucre, Venezuela, capital del municipio homónimo. Se emplaza a 245 m de altitud sobre un valle aluvial del río Manzanares. Se comunica con el resto del país por la carretera que une las poblaciones de Cumaná y Maturín.
Cumaná, vocablo del dialecto caribe en Venezuela, designa a una ciudad portuaria en el nororiente, capital del estado de Sucre. Los habitantes de ésta, son conocidos como cumaneses o, también, como cumanagotos.
Cumanagoto, era el miembro de una tribu de indios bravíos que habitaban la región venezolana donde Fernández de Serpa fundó Santiago de los Caballeros, una ranchería a orillas del río Salado, en territorio del actual estado de Anzoátegui.
Yagua, en la lengua taína significa también JAGUA.
Al encontrar todos estos nombres de las lenguas taína o caribe, me hace suponer que con los buenos vientos que impulsaron hasta Cuba a los habitantes de América Central y del Sur, ellos trajeron en la mente esos vocablos que aplicaron aquí, por lógica asociación, cuando el paisaje y las riquezas del entorno eran muy similares a los de sitios desde donde habían emigrado.
Por la composición del vocablo y, sin que uno sea experto en asuntos de la lingüística, puede intuirse que CUMANAYAGUA significa “indios o aborígenes bravíos de Jagua”.
Esto tiene mucho de lógica, pues hacia esta zona de llano, premontaña y montaña se asentaban los más belicosos aborígenes, para vivir a sus anchas y sin que los conquistadores pudieran capturarlos con facilidad o someterlos a la esclavitud.
Ha pasado demasiado tiempo para poder hablar categóricamente, pero me inclino a creer que por una gran asociación se empezó a llamar así a este, mi terruño, pues aquí encontraron seguro refugio los más rebeldes de nuestros antepasados, quienes amaban la libertad y vivir por la ley del más fuerte, cuando la muerte no era más que un sueño.
En el triángulo que hacia el sur dejan los ríos Arimao y Hanabanilla, siempre han existido buenas tierras para los cultivos, sobre todo lo caña de azúcar y el tabaco. Hubo buenos pastos naturales para el ganado y sitios idóneos para el cultivo de hortalizas, lo que hizo posible que los primeros colonos españoles que vinieron hasta aquí, tuvieran en poco tiempo buenos resultados como premio al esfuerzo por labrar la tierra.
Como en todo el país fueron naciendo aquí hijos de españoles y negras esclavas, o hijos legítimos de españoles, que con el tiempo se consideraban “criollos” y deseaban la independencia económica y política de Cuba. Aquí también prendió el sentimiento de nacionalidad por el que lucharon, a partir de 1868, los patriotas de La Demajagua, con Carlos Manuel de Céspedes al frente.
Cumanayagua fue un lugar lejano y aislado, pero no por eso pasó inadvertido a los acontecimientos que conmovieron y sacudieron a toda la nación. Desde el primer momento, españoles o criollos, demostraron gran apego a la tierra y se esforzaron para sacarle todo lo que podía dar, siempre bajo el empeño de sobresalir más que cualquier otro.
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*“Cuenta la leyenda que por allá, el 3 de mayo de 1848, nace en el bohío del esclavo Félix Fusté, su hijo, el que a las pocas horas de nacido le ocurren unas convulsiones, por lo que se produjo un momento de desesperación entre los familiares y por lo cual deciden pedirle ayuda a una curandera que, por cierto, era isleña y se le conocía muy bien en toda la zona de Santa Fe, Camajuaní, por sus poderes curativos.
“Al llegar al bohío preguntó si el niño estaba bautizado y, por supuesto, los padres respondieron que no y acto seguido la curandera le impuso el sacramento de fe de bautismo. Derramó sobre su cabecita el agua bendita, le puso sal sobre la boca y le ungió con manteca de corojo, para entonces otorgarle el nombre de José de la Cruz. La isleña trajo con posterioridad una cruz de madera como regalo a los padres del niño.
“Esto lo hizo con la advertencia de que todos los 3 de mayo debían hacer fiesta por el nacimiento del niño y también por la celebración de la Cruz, por deberle la vida del pequeño. Así es que el 3 de mayo de 1849 se lleva cabo por primera vez, en la choza de Félix Fusté, la celebración dedicada a la Santísima Cruz de Mayo, tradición que se ha mantenido ininterrumpidamente en esa localidad villaclareña hasta los días de hoy.
“Desde un mes antes de la fecha los familiares, amigos y ahijados de la casa envían los aportes para la fiesta, consistentes en: pollos, gallinas, carneros, frijoles, arroz, vinos y velas; mientras, en un cuarto, bien guardada, permanece la Cruz durante todo el año, acompañada por seis cruces más que han sido donadas por personas agradecidas, debido a milagros realizados.
“Una semana antes la casa se transforma quedando en una sola habitación, mientras que en un extremo del salón se levanta el altar consistente en una base y tres escalones vestidos con paños blancos y bordados; en el estrado superior se coloca la Cruz principal (la centenaria) y en los tres restantes sitúan dos cruces (una en cada lado).
“Los espacios restantes se llenan con búcaros y flores. Sin lugar a dudas la veneración de la Cruz está presente en todo el desarrollo de los cultos; constituye el símbolo de la expiación y del sacrificio redentor de Jesucristo.
“El camino de la Cruz es el de los sufrimientos y pruebas, que conduce a la salvación, por lo que tiene un carácter sagrado. La Cruz puede tener poderes mágicos; al desenvolverse alrededor de ésta, el creyente considera que la purifica.
“Al lado del altar de la Cruz se construye uno más pequeño, donde se coloca la imagen de Santa Bárbara, por ser el santo de consagración a Lidia Fusté (dueña de la casa). Las celebraciones y ceremonias duran tres días y las más importantes son: el 3, el 5 y el 11 de mayo.
“El día 3 de mayo, desde por la mañana, se sacrifican los animales y en grandes calderos cocinan alimentos para los que asisten a la ceremonia. Comienzan a llegar los familiares, vecinos del lugar, así como invitados de otros lugares del país.
“A las ocho de la noche Lidia Fusté comienza con la ceremonia católica a través de los rezos y oraciones cristianas frente al altar de la Cruz; posteriormente, comienzan los cantos a la Cruz y a Jesús; con las oraciones invocan a las fuerzas sobrenaturales, a Dios para pedir bienestar, la liberación de un mal o agradecer un bien recibido y teniendo esto relación con la misa espiritual, como tradición adquirida por la iglesia católica relacionada con el novenario, consistente en nueve días de oraciones y recogimiento.
“Según las tradiciones del Cristianismo popular, debe realizarse con posterioridad al entierro del difunto por parte de familiares y amigos; recordemos que precisamente la fiesta dura nueve días.
“Después de terminados los preceptos católicos comienza el ritual bantú a través del toque de los tambores yuka que llaman a cantar expresiones del congo, en lo que constituye el tributo u homenaje de la fiesta por parte de los ancianos de la familia; los demás también se manifiestan con las respuestas a través de los cantos y danzas tradicionales aprendidas por sus antepasados.
“A media noche (12:00 a.m.) comienzan los toques y cantos de la Regla de Ocha o santería cubana con una peculiaridad con los propios tambores bantú, yuka, con la incorporación de los presentes con sus respectivos santos.
“Los orishas más celebrados son Oggún y Changó; cuando se comienza con el toque de Changó, se dirige Lidia Fusté hacia el altar y toma la botella con agua, fija la mirada en la botella y posteriormente comienza a rociar a los presentes hasta llegar a la posesión o encarnación de un espíritu, colocándole un chal rojo sobre los hombros y comienza entonces con las llamadas consultas y despojos de los presentes, constituyendo un acto ritual purificador de exorcismo, en el cual se utilizan plantas, agua templada, pases magnéticos que suelen estas acompañados de oraciones con el fin de expulsar los espíritus obsesos y otras influencias negativas.
“Se ha podido observar que los presentes poseídos por Oggún, realizan bailes encima de carbones encendidos, dando paso a la limpieza de los presentes a través de los machetes que portan en sus manos.
“De esta forma se desarrolla la Fiesta de la Cruz con nueve días de duración; el último día (11 de mayo), antes de la salida del sol, se van bajando las cruces del altar entregándolas a miembros de la familia y la imagen de Santa Bárbara es tomada por Lidia Fusté, saliendo los familiares y presentes a una procesión hasta el río.
“Al regresar y al compás de los toques se le entregan las cruces a los familiares por orden del altar hasta llegar a la cruz principal, que es entregada a Lidia; se levanta en alto otorgando la bendición de los presentes y es así que se da por terminada la fiesta”.
Considero que nadie se encargó de recoger en letra de molde para la memoria la tradición de la Cruz de Mayo aquí, pero lo más probable es que en similares circunstancias haya sido traída por familias canarias hasta nuestro apartado rincón.
El actual municipio de Cumanayagua tiene como límites geográficos los siguientes: limita al este con Manicaragua, al oeste con la ciudad de Cienfuegos, al norte con Cruces y al sur con las aguas del mar Caribe.
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javier gerones medina -