El As de la aviación cubana...
El niño de ayer se ha trocado en anciano que peina abundantes canas. Del pasado distante un recuerdo vuelve y se aferra al presente: el día aquel que jugaba muy cerca de su humilde casa, sin más ropas que el ya raído short, cuando apenas contaba seis años.
Dejó a un lado la “yunta de bueyes” formada por dos botellas amarradas en sus picos y buscó en el cielo la causa del ruido ensordecedor, capaz de embotar los sentidos. Un pájaro plateado, de alas enormes y rígidas, como no lo había imaginado nunca, pasaba bajito y con ese zumbido enervante que lo hizo pasar por los estadios del miedo: temor-terror-horror. Pegado al suelo, no atinaba a moverse. Lo liberó la advertencia de la negra Macaria:
_Mi’jo, coorreee, que te agarra ese bicho del demonio...
Los pies del muchacho cumanayagüense le chocaron a la mitad del cuerpo, pero el magnetismo de lo desconocido fue mayor y regresó sobre sus pasos. Se escabulló entre el gentío que avanzaba rumbo al improvisado terreno de pelota. De nuevo apreció aquel objeto volante y esta vez se agregó el detalle de unos ojos abultados en el rostro del hombre que, desde allá arriba, observaba los aspavientos de acá abajo.
Disfrutó del momento en que el gigantesco pájaro venía a tierra, para disipar los temores de quienes antes habíanse asombrado de su inesperada y súbita aparición por los aires.
Nuestro testigo del pasado supo después que el raro aparato lo piloteaba el teniente de aviación Antonio Menéndez Peláez, de quien la prensa por entonces hablaba mucho, acerca de increíbles hazañas en la conquista de las alturas.
Miguel Bruguera París, antiguo compañero suyo, había acondicionado la pista de aterrizaje en el hoy estadio “Pedro Vera”, de Cumanayagua, para que de esa manera el audaz navegante aéreo pudiera visitar esta localidad.
SOBRE CÓMO MENÉNDEZ LLEGA A SER PILOTO
Este as de la aviación cubana había nacido el 3 de diciembre de 1900 en Asturias, España. Emigra a nuestro país en compañía de un tío y, a los diez años, obtiene la ciudadanía cubana. Desde esa temprana edad soñaba con volar.
Todavía joven (29 años), a través de amigos, encontró empleo como patrón de barco lechero desde el lugar conocido por Coreca, un punto en los alrededores de la bahía de Cienfuegos, con el fin de ahorrar el dinero suficiente, aunque realmente el bodeguero español dueño de “Las Brisas del Prado” le facilitó lo suficiente para que pudiera, en 1931, estudiar aviación comercial en la Lincoln School de Chicago, Estados Unidos.
Pone a prueba su valor, pues en el avión marca “Waco” que compra también con la ayuda del bodeguero de marras, lleva a cabo el primer vuelo Chicago-Miami-Cienfuegos, a los que seguirían otras travesías comerciales más cortas. Antes de poder dar este importante paso en la brillante carrera de pionero de la aviación cubana, sufrió privaciones de todo tipo. Ni tan siquiera -por su humilde condición- cortejar la novia de sus sueños.
El trabajo era duro, con pocas horas de descanso, pero ganaba para guardar algún dinero. La embarcación a su cargo acopiaba la producción de leche de varias fincas del litoral sur, río Arimao arriba y otros puntos, para luego bajar hasta el Muelle Real y comercializar este producto en la ciudad.
En cierta ocasión fuerte turbonada casi pone fin a la vida de Menéndez y demás compañeros de labor, en una de aquellas travesías de trasiego de leche, a principios del año 1930.
El barquito, cargado hasta los topes, estuvo próximo a zozobrar. Con serenidad y sangre fría ante la furia de los elementos, Menéndez ordenó vaciar de inmediato el contenido de algunas botijas. Acto seguido quedaron todos en ropas menores y sujetos por medio de sogas a los improvisados salvavidas, se lanzaron al agua, cuando ya la embarcación se hundía.
Aferrados unos a otros enfrentaron la oscura noche. Resistieron hasta alcanzar una orilla, donde la anciana que allí vivía les prestó ayuda y facilitó ropas.
En su época de patrón de barco lechero vistió generalmente con pantalón blanco, camisa azul y gorra de marino. Frecuentó la barbería de Ventura Borrel, en Prado, entre Argüelles y Santa Clara, en Cienfuegos, a un lado de la casa Cervera, donde aprovechaba para conversar con amigos y soñar con la realización de sus mayores deseos.
El accidente marítimo, específicamente, fue el motivo para que Antonio Menéndez Peláez decidiera abandonar -por un tiempo- la zona de Cienfuegos y partir con lo ahorrado hacia Chicago.
Supimos otros detalles, de antes y después de su viaje a esa ciudad norteamericana, en la vida de quien se considera “aviador cumanayagüense”.
Menéndez sobresalió como innovador, pues creó el instrumento que medía, sin realizar mayores cálculos, la velocidad promedio del tiempo de vuelo, tiempo de distancia por recorrer, etc. Recibió innumerables condecoraciones en honor a sus méritos. Guardaba su avión, indistintamente, en la zona conocida por Los Amarillos (donde hoy está la Plaza de Actos de Cienfuegos); en Charcas (Abréus) y en Coreca. Para ganarse la vida llevaba a cabo viajes comerciales o con un pasajero hasta Santa Clara, Camagüey o La Habana.
Luego de ser piloto conoce de los desperfectos que sufre en el tren de aterrizaje un aeroplano del rico norteamericano Dupón, el cual cae a tierra en zona de la Ciénaga de Zapata. Menéndez se presenta y le pregunta sobre lo que haría con el aparato, a lo que el opulento hacendado responde que nada. Es así que se encarga de repararlo con la ayuda del Ejército.
Precisamente con este aeroplano reedita en 1936 el vuelo de Barberán y Collar. Con tanques adicionales para el combustible y volando a muy baja altura, hizo la travesía Camagüey-Sevilla en el avión reparado, al cual pone por nombre Look Sirius.
Así se convierte en el *primer cubano que atraviesa el océano Atlántico en un avión. Esto lo inmortaliza aunque puedan consignarse otros relevantes pioneros del aire que lo antecedieron.
Importante resulta señalar aquí que rebasa el Atlántico y, cuando alcanza el continente africano, una tormenta de arena lo obliga a aterrizar en el Sahara y él mismo se encarga de limpiar el carburador, para de inmediato proseguir viaje hasta Sevilla.
Antonio Menéndez superó el estrés que significaba verse solo en las alturas y cara a cara con el vasto océano, insondable, a la espera de tragarse al intruso por el imponderable de un desperfecto mecánico que pondría fuera de funcionamiento el único motor del aeroplano. Pero alcanzó el otro extremo del continente africano, tras varias horas que le parecieron interminables, sin poseer ningún tipo de comunicación con tierra firme y confiando sólo en sus cálculos, así como el auxilio de una pequeña brújula.
CONOCE A OFELIA GARCÍA.
Entre las múltiples invitaciones que recibió Menéndez en su viaje a Cumanayagua, de personas que deseaban conocerlo y agasajarlo, estuvo la de Don Evaristo García, dueño de muchas tierras en el Escambray.
Por la amistad que inicia con esta familia conoce a Ofelia y sintiéndose atraído desde el primer momento por la bella joven, ejecuta un vuelo hasta Siguanea (hoy bajo las aguas del lago Hanabanilla), donde radicaba la mayor parte de las propiedades del hacendado. Aquí logra entrenarse en el pilotaje sobre las montañas, donde tempranamente también se conoce del incipiente desarrollo de la aviación.
Fue en diciembre de 1936 cuando los pobladores huyeron desordenadamente en busca del refugio de los árboles o alguna cueva, cuando el gigantesco “pájaro negro” vino por aire a perturbar la tranquilidad de este pueblito.
Se trataba del avión WACO del teniente Antonio Menéndez Peláez. Allí lo esperaba la hija de Don Evaristo García Fernández, quien lo había invitado para realizar ese vuelo hasta LA SIGUANEA.
Pocos meses después, el 3 de abril de 1937, decide contraer matrimonio con Ofelia y la boda se celebra en la propia localidad de Cumanayagua, que ya lo considera un hijo, pues los pobladores ven como suyas las glorias que va tejiendo el intrépido teniente de aviación.
LA TRAGEDIA DE CALI.
Menéndez quiere realizar otra proeza y organiza, como jefe de escuadrilla, el Vuelo de Buena Voluntad Pro Faro de Colón. Todo marcharía bien hasta que fue preciso el cruce de Los Andes.
Le aconsejaron para que desistiera de continuar el peligroso periplo aéreo, pero él insistió en llevar adelante ese itinerario sudamericano y partió, con la excepción del dominicano Frank Félix. Este, con un avión más veloz, pudo elevarse a 12 000 pies y alejarse del efecto de una tormenta. Se supone que esta última resultó la causa de la tragedia que, en la ** “Selva de la Soledad”, segó la vida de quienes tripulaban las naves “Santa María”, “La Niña” y “La Pinta”. El cable recogía este suceso:
Cali, Colombia, dic. 29 de 1937. (AP). Los siete tripulantes de los tres aviones cubanos que tomaron parte en el vuelo de Buena Voluntad por las repúblicas americanas, haciendo propaganda a favor del faro monumento a Colón en Santo Domingo, perdieron sus vidas cuando los aeroplanos cayeron envueltos en llamas a doce millas al sur de esta ciudad. Los cadáveres fueron encontrados carbonizados. La causa del accidente fue un temporal sobre la ciudad de Cali.
Por los datos aparecidos en la prensa, hasta el lugar de la caída a tierra, los aviones llegaron a recorrer la distancia de 10 500 kilómetros y en el momento de producirse este accidente volaban a baja altura, siguiendo el curso del río Cali.
El Diario de la Marina publicó extensos artículos y, entre tanto apogeo propagandístico, apareció esta nota que reproducimos:
Cumanayagua, Santa Clara, dic. 29 de 1937. Íntima conmoción ha causado en este pueblo la tragedia en la escuadrilla del vuelo panamericano. La señora Ofelia García encontrábase junto a sus padres desde el inicio del vuelo, por estar próxima a ser madre. El más intenso dolor y la mayor desesperación invaden el hogar de los esposos García Bruguera, padres políticos del teniente Menéndez.
Los restos de los aeronautas cubanos fueron traídos por barco y sepultados con grandes honores militares, entre el 18 y 19 de enero de 1938. En imponente ceremonia frente al Capitolio Nacional les otorgaron, póstumamente, la “Cruz de Honor”, alta condecoración de la República.
LAS TRES VERSIONES SOBRE LA TRAGEDIA.
Oficialmente se dice que la tormenta sobre Cali fue la causa de la caída a tierra de los aviones, lo que evitó el piloto dominicano al poseer un aparato de mayores posibilidades. Junto a esta hipótesis apareció la de fuertes corrientes descendentes que obligaron a los aparatos a estrellarse.
Como segunda versión esgrimen que, debido al poco techo de vuelo, los pilotos estaban compelidos a volar casi rozando las cimas de las montañas y que unos bandidos los derribaron a tiros con la intención de robarles.
La tercera y más probable apreciación del desastre la dio Ofelia García, basándose en lo que le había contado un monje jesuita que impartía clases de botánica a sus alumnos, muy cerca del lugar donde ocurrió el trágico hecho.
Este observó que los aviones se incendiaban en pleno vuelo y se precipitaban a tierra, en un día perfectamente despejado. Incluso presenció cómo uno de éstos intentó caer en las aguas del río y vino, desafortunadamente, a chocar contra un promontorio.
Ofelia nunca quiso hacer pública esta revelación porque ya el mal era irreversible. El sabotaje a los aviones fue en extremo posible, para que en plena travesía el fuego se encargara de borrar cualquier tipo de prueba.
Quizás el dominicano, impuesto del deseo de alguien influyente para que no prosiguieran ese vuelo, optó por no insistir en la aventura sudamericana y de esa forma logró salvar la vida.
Luego de transcurridos tantos años cabe preguntarse: ¿Qué oscuros intereses se movieron detrás de este recorrido aéreo?
El celo profesional de quienes sabían de los dividendos y la fama que esperaban a los participantes en el vuelo, pudo ser -a mi entender- el móvil para evitar que la hazaña llegara a feliz término.
En este sentido los lectores del presente trabajo investigativo, deben documentarse todavía más y arribar a conclusiones propias, aunque no sean las mismas que inspiraron el breve recuento de la vida de un hombre, cuyas peripecias recogerá algún día el llamado “séptimo arte”.
El capitán ***Antonio Menéndez Peláez forma parte inseparable de nuestra Historia local y nacional, y es -además- un cumanayagüense, el Hijo Ilustre que siempre nos supo honrar.
*Podemos considerar a Menéndez como el primer cubano que atraviesa el océano Atlántico en un avión, pues antes lo hizo el norteamericano Lindbergh, en 1927, cuando sin escala cubrió la distancia Nueva York-París.
**La “Selva de la Soledad” es un paraje inhóspito en el curso del río Cali.
***Antonio Menéndez Peláez fue ascendido póstumamente al grado de
capitán de aviación.
TRIPULANTES DE LOS AEROPLANOS
Avión “Santa María”: teniente Antonio Menéndez Peláez
mecánico Manuel Naranjo
cronista del vuelo Ruy de Lugo Viña
Avión “La Niña”: teniente Feliciano Risech
Mecánico Roberto Medina
Avión “La Pinta”: teniente Alfredo Jiménez
Mecánico Pedro Castillo
Avión “C. Colón”: piloto Frank Félix (dominicano).
NOTA: Ruy de Lugo Viña fue un destacado periodista y escritor cienfueguero. El dominicano Frank Félix resultó ser el único sobreviviente de la tragedia de Cali.
LA FAMILIA DE ANTONIO MENÉNDEZ PELÁEZ
Ofelia García, esposa (falleció en 1984)
Antonio Menéndez García, su único hijo que nació días después de su muerte.
Lilian Menéndez Quintana, nieta (médico).
Lisette Menéndez Quintana, nieta (trabajadora de Comunicaciones)
Lisandro Menéndez Quintana, nieto (estudiante)
NOTA: Aún reside en calle Cienfuegos, esquina a Logia, municipio de Cumanayagua, esta familia que contribuyó a formar el capitán de aviación Antonio Menéndez Peláez.
6 comentarios
Tania Menéndez -
Lisandro Menéndez -
Un abrazo, Lisandro Menéndez Quintana
Lisandro Menéndez -
Me encantaría conocer la familia de Asturias, mi nombre completo es Lisandro Menéndez Quintana, y mi mail: Lisandro_menendez@yahoo.es
Iván Menéndez Domínguez -
Tania Menéndez -
RENE -