Yayo: El funerario
Yayo fue el más notorio funerario que se recuerde en Cumanayagua. Gran conversador y “curda de primera clase”, vivió muchos años. Cuando la parca vino en su busca casi era un cadáver en vida con ojos amarillentos hundidos en las cuencas, piel cerosa, verrugas en sus manos nudosas y rostro fantasmal; y una mirada de sátiro, embajadora de la zozobra para cualquier corazón humano.
Desde bastante tiempo atrás este jovial hombre, no lograba encontrar su “media naranja” y siendo, como era, experto en la materia, confeccionó en incontables ocasiones su propio féretro.
Debido a que se consideraba “señorito” en las lides del amor o la relación de pareja, la caja la confeccionaba con maderas preciosas, mientras que la vestidura aparecía con tela blanca de primera calidad. Como todo hombre quizás tuvo una Beatriz o Dulcinea, algo que nunca dijo.
Por incontables veces Yayo fabricaba su ataúd, pero alguien lo necesitaba antes que él y accedía, pues a fin de cuentas un poco de dinero ofrecía la posibilidad de “chuparle el rabo a la jutía”, escapar de su realidad por algunas horas, para luego volver al oficio que lo hacía prisionero de las circunstancias.
Pasó tanto tiempo que el pueblo no recuerda el día. Nadie quería aceptarlo: Yayo había muerto. Le creían inmortal, que seguiría allí eternamente, por todo el tiempo, haciendo cajas; y la suya, para cuando definitivamente llegara la hora fatal, el Juicio Final, ese que en realidad tuvo cada día de su vida.
Pasaron horas y, por fin, los cumanayagüenses reconocieron que la noticia era cierta. Muchos curiosos vinieron para ver al funerario muerto y él se iba tan pobre como había nacido. Nada de la caja blanca, pues a Yayo manos amorosas y anónimas lo colocaron dentro del féretro más rústico y sencillo que se haya visto.
Cumanayagua estuvo a su lado en el postrer momento, hasta que lo dejaron solo en el campo santo, para que en silencio y en paz empezara a descomponer su rostro fantasmal y aquella hórrida mirada. Sin él saberlo, había entrado en la memoria de un pueblo que no olvida a las personalidades, pero tampoco a sus personajes.
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Zuleida -